La tradición habla de una manzana que la serpiente ofreció a Eva. La tradición añade que ella se tentó, la mordió y luego se la ofreció a Adán. Él accedió con gusto y también la mordió (a la manzana), etcétera. La cultura occidental cristiana endosa a ese "pecado original" el advenimiento del deseo sexual. Pero el Génesis bíblico dice algo diferente. Fueron las ganas de saber y entender las que impulsaron a Eva a comer el fruto del árbol prohibido, del árbol de la ciencia, del árbol del bien y del mal. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos y conocieron que estaban desnudos. En semejante y algo incómoda situación ambos escucharon una Voz preguntando: "¿Qué habéis hecho? ¿Por qué os escondéis delante de mí?". Como sea. El fruto mordido les reveló la desnudez, su dios les reveló que el mundo no era el paraíso, que había que ganarse el pan con el sudor de la frente, que la vida no es para siempre. Junto a la mala noticia el relato tiene al menos la gentileza de decir qué cosa desocultó el fruto (la desnudez humana) y permitirnos suponer que eso despertó entre nosotros el instinto inagotable de la sexualidad.
L.
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