Se dice que los artistas se disuelven en su obra como la araña en las babas de su tela. Desaparecen. Se vuelven invisibles. Lo hacen porque no están cómodos en el mundo real o en eso que la gente llama vida. Se inventan un mundo propio, distinto, encantador. Un paraíso de mentira que les sirve de albergue o refugio transitorio. Pero eso no le pasa solamente a los artistas. Muchos de nosotros pensamos y actuamos como si la vida, la fiesta, estuviera en otra parte. Adentro del celular o la computadora, quizás, o en lejanías sin nombre. O entre los brazos del cuerpo amado y deseado. ¿Es posible que nadie esté acá? ¿Será que todos viven realmente en otra parte?
L.
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