El Maestro era Jesús, una figura de la que históricamente poco se sabe y que, según la broma reiterada, jamás publicó nada. No se encuentran libros suyos en la feria de la Rural. Ni Sócrates ni Cristo confiaron sus mensajes a la palabra escrita, algo que podría verse como una ironía trágica. Las enseñanzas del Hijo del Hombre –encarnación del Verbo– se reducen a unas pocas aunque significativas parábolas que se transmitieron oralmente. También existieron gestos enigmáticos que los estudiosos del tema no alcanzan a descifrar. El episodio más extraño que ha protagonizado lo comenta Juan en su Evangelio (8,1-8). Luego del incidente de la mujer adúltera Jesús se inclinó y escribió con un dedo unas palabras en la arena. No hay pruebas de que el profeta supiera escribir. El mago y maestro de Galilea, de origen campesino, era quizás un iletrado. No existen datos sobre el misterioso pasaje que anotó para luego borrarlo de inmediato con la mano. ¿Fue su última tentación? ¿Empezó así la pedagogía del silencio?
L.
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