jueves, 28 de abril de 2011

El argentino perfecto

Es hombre o mujer de clase media, medianamente culto, se viste con formalidad menos el viernes, escucha Radio 10 o Del Plata y lee Clarín o La Nación mientras desayuna. Los fines de semana compra Perfil y la revista Noticias. Cuando regresa de la oficina en su auto se emociona distraidamente con el combustible espiritual de Ary Paluch. Con todo eso en el morral los domingos va a desenchufarse (es la palabra usada) a un country o a un barrio cerrado. El argentino perfecto no quiere interrupciones de ningún tipo. Se trata de un hombre que no mira hacia atrás sino siempre hacia adelante. No quiere piqueteros ni gente del interior ni inmigrantes. No quiere huelgas de subte o bancarios (jamás se pregunta sobre el origen de las protestas), odia las marchas en general y en particular, rechaza con fervor a los gobiernos que Clarín rechaza. De hecho el argentino perfecto piensa como Clarín le dice que piense. El argentino medio imagina un mundo ideal y sin manchas donde todo sucede según lo planificado. No hay historia para él. La expresión derechos humanos, también justicia social, le suena a caca. Públicamente se queja de putas y travestis pero secretamente demanda sus servicios en la calle Moreno o en los bosques de Palermo. El argentino perfecto añora a los militares pero no lo dice. Votó a Menem pero no lo dice. El argentino perfecto tiene el gatillo fácil. Puede matar a un chico de diez años porque lo vio con una pistola de juguete. Los argentinos imperfectos, zurditos, sucios y malos deberíamos cuidarnos del argentino perfecto. Es peligroso. Nos fulmina hasta con la mirada.
L.   

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