jueves, 12 de abril de 2012

Despedidas por mail

Suelo ser crítico con el mundo virtual. Nada ha cambiado en lo esencial. Somos miles de millones y nadie conoce a nadie. Esto vale para los encuentros físicos pero también para los virtuales. Nadie conoce a nadie. Ahí está el punto. Algunos defienden todavía las cartas y las contraponen a los mensajes de texto o electrónicos. No veo gran diferencia en realidad. Tuve el privilegio de ser abandonado por una mujer, en noviembre de 2003, en un bar y tomando una sevenup. Más allá del dolor que me produjo debo admitir que la chica se tomó un trabajo extraordinario al hacerme el anuncio, luego de tres años de amor, sobre la mesa de un bar. ¿O junto a la mesa? ¿O en la mesa? Bueno. No importa. Incluso me ayudó a llevar un pulover y tuvo la delicadeza, además, de no ser muy retórica. A veces el amor se acaba, creo que dijo. No recuerdo bien. Pero fue más o menos así. Es cierto que me molestan las despedidas por mail, por mensajito de celular o por Facebook. Me parecen actos cobardes y pobres. Creo que si hasta fueran por teléfono tendrían algún valor. Pero, pensándolo bien, un tal Pessoa se despidió de Ophelia, su única novia, también por carta. Le dijo que él, Pessoa, estaba regido por una ley que ella no conocería nunca. Fue cruel pero limpio. Hubo célebres despedidas por carta en el pasado. Lo que duele son las despedidas. Uno querría que la gente que amamos se quedara para siempre. No sé qué pasa. Algunas personas están a favor del cambio por el cambio mismo. Y se van. Lo dicho nada tiene que ver con este posteo. Pero en fin. Quizás el mensaje principal de este discurso insufrible esté, justamente, en las últimas y tristes líneas.
L.

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