El relato oficial de la Iglesia en torno a la tragedia de Cristo oculta datos centrales e insoslayables. El primero de ellos alude a la evidente disposición del Nazareno a encarar una resistencia armada a su detención. Lucas conserva el hecho curioso de que Jesús pidió a sus discípulos, en la noche última, que vendieran sus capas y compraran espadas para defenderse de los represores. Ellos replicaron: "señor, aquí hay dos espadas". Y Jesús comentó: "es suficiente". Más tarde ocurrió un hecho raramente mencionado en la liturgia. En la hora crítica Jesús comprobó que sus seguidores dormían. El Hijo del Hombre se indignó especialmente con Pedro, discípulo preferido, y lo censuró tristemente. "Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar ni una hora?". Luego vino el arresto ilegal en el huerto de Getsemaní. Ya detenido y torturado Jesús se quejó y contraatacó. ¿Me tratan como a un ladrón con espadas y palos?". El intento de resistencia armada no fue exitoso. Apenas un policía fue ligeramente herido. Los discípulos de asustaron y huyeron dejando solo al Maestro. Tan grande fue la alarma que uno de los presentes, un casi niño que se levantó de dormir, se alejó desnudo como estaba y apenas envuelto por una sábana. El detalle, contado por Marcos, es tan extraño y singular que no puede haber sido inventado por nadie. No abundaban los buenos escritores de ficción en esos tiempos. Después vino el juicio, sin testigos y de trámite totalmente anómalo, la horrible muerte en la cruz y la prevista resurrección un domingo como hoy. El relato de este último episodio también sorprende. Jesús, vuelto de la tumba, apareció ante sus discípulos y ellos "espantados y atemorizados" tardaron en creerle. Mateo lo dice claramente. "Algunos dudaban". Finalmente admitieron lo imposible al ver las marcas de clavos en las manos todavía ensangrentadas. Podría finalizarse este melancólico relato con los versos de Machado. ¡Oh no eres tú mi cantar! No puedo cantar ni quiero/ a ese Jesús del madero/ sino al que anduvo en la mar. Hermosa y triste historia como casi todas las tristes y hermosas historias del mundo.
L.
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