Todavía quedan papeles en la casa. Papeles viejos sumergidos en pis de gato, vinagre y telarañas. Situaciones que no tuvieron sentido y sin embargo fueron cuidadosamente registradas en papeles A4 de computadora con interlineado normal y cuerpo doce. Montañas y cordilleras de añeja y rara documentación. Constancias inútiles de abrazos apagados, besos disueltos a tiempo con cianuro en gotas, eyaculaciones que no fructificaron, tatuajes que no se borran ni con la más pura lavandina. Subir y bajar esas montañas es agotador. Convivir con tantos muertos no es buena manera de estar en el mundo. ¿Qué hacer? ¿Cambiar la piel por otra piel? ¿Prenderle fuego a los papeles malditos? ¿Pasar una lija gruesa a los tatuajes? ¿Esperar entre las ruinas que venga de una vez el ángel exterminador?
L.
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