domingo, 1 de abril de 2012

Última tentación

La última tentación de Cristo -según la imaginó hace años el escritor Nikos Kazantzakis- fue renunciar al rol trascendente y sagrado que le asignaron las profecías para convertirse en un hombre común. Su sueño mínimo, antes del sacrificio máximo, fue vivir junto a su mujer, dormir y copular con ella, tener hijos, no saber tanto, renunciar a milagros y prodigios, darle de comer al gato, atender solamente a la ley del deseo. No pudo ser. La historia le tenía asignado un lugar excepcional que le permitiría figurar para siempre en una cruz de primer orden. Antes, aún así, bebería y compartiría sus horas junto a los borrachos, las prostitutas, los humildes, los pobres de espíritu, los ricos de corazón. Cumplió luego con el rol prefijado. Pero aún se pregunta qué hubiera pasado si cambiaba la gloria divina por un destino invisible, modesto, banal.
L.

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