viernes, 31 de agosto de 2012


La dificultad

Lo dice con frecuencia mi instructor de yoga. Trabajar con la dificultad, con lo que más duele, con lo que molesta. Hacia ese punto debemos dirigirnos. Eso dice el instructor de yoga. La idea es aplicable a casi todos los campos de la vida. Lo que viene fácil, lo de siempre, lo que sale solo y sin esfuerzo no ayuda en nada. Es algo que se parece a matar el tiempo. ¿Y por qué deberíamos matarlo? ¿Acaso no se trata de sentir la vida y aún el instante que es todos los instantes? Conclusión. Trabajar con la dificultad hasta que afloje.
L.

Habana blues


jueves, 30 de agosto de 2012

Dice mi analista


Me quejo ante mi analista de la supuesta ignorancia de mis alumnos de periodismo. Le digo que eso me agota crecientemente y me impulsa al aislamiento y a pensar en otros mundos posibles que considero más reales que éste. El tema es complejo pero la mujer no se inmuta. Dice que lo único que existe es este mundo imperfecto y que la agresividad disfrazada de evasión me deja solo frente a mis alumnos, es decir, impide en la práctica que mi supuesto saber llegue a ellos. Ellos, dice también, no son ellos sino una suma de singularidades imposibles de englobar. Dice mi analista que yo armo una gran bolsa de gatos donde mido a todos con el mismo rasero y que eso me deja desamparado ya no sólo frente a un ellos inexistente sino, fundamentalmente, frente a mi mismo. Dice mi analista que no hay manera de suponer una existencia que prescinda del afuera, que de una u otra forma debo construir puentes que permitan cruzar a la otra orilla. Le digo a mi analista que no me entiende. Por suerte -responde ella-. Y da por terminada la sesión.
L.

Arte y diversión

Ni la literatura ni el arte en general o en particular tienen la misión de divertir al público. ¿De dónde habrá salido esa idea? ¿Del pan y circo vigente en la antigua Roma? ¿De la supuesta necesidad que tiene la gente de ser drogada con cualquier cosa para sobrevivir? ¿Del tedio incurable de tantos jóvenes y adultos que no saben qué hacer con sus vidas? ¿Para estar bien hay que divertirse? Voy a ofrecer un ejemplo útil. Cuando en mis talleres literarios doy a leer un cuento o novela breve del magistral escritor uruguayo Juan Carlos Onetti algunos participantes me dicen que el autor de La vida breve es "un emo", es decir, un bajón, una especie de autista sombrío o algo así. O, también, que su literatura es "depresiva". Ni la literatura ni el arte dignos de esa categoría son tristes o alegres. ¿Es triste un árbol? ¿Una montaña es depresiva? Las preguntas de este tipo carecen de sentido. Un libro es bueno o malo. Una película o un cuadro igual. La calidad es lo único que importa. Admito, eso sí, que una obra carente por completo de atractivo formal es ineficaz. Eso nomás. No se trata de reír o llorar -decía Spinoza- sino, apenas, de comprender.
L. 

Soñadores


miércoles, 29 de agosto de 2012

Sábana de fuego


Una mujer se desnuda en el verano. No sabe adónde se dirige la manada. Lenguas de aceite limpian el aire y alguien extiende una sábana de fuego. Las aves preguntan por los que no están. Cae un aro en el estanque. La mujer escucha el paso de las bestias. Tiembla. Quiere hablar. Pero se duerme un poco antes de dormir.
L.

martes, 28 de agosto de 2012

Y de pronto

Y de pronto el hombre pierde todo aquello a lo que se aferraba. De eso dependía todo y acaba de extraviarlo. Pierde a la mujer amada, pierde los documentos nacionales de identidad, el pasaporte actualizado, el kilo de tomates que había comprado recién, la caja de preservativos, las fotos de infancia, el pañuelo perfumado que le dejó una princesa, la lata de atún, la guitarra eléctrica, la plata, las tarjetas de crédito, es decir, TODO. Y de pronto el hombre comprende que sólo se tiene a él mismo, a su gato, las dos sábanas manchadas el martes, algunos libros y dos o tres fósforos mojados. Así la vida es imposible, piensa el hombre. Ya nada tiene sentido, piensa también. Está solo, casi desnudo, nada por aquí ni por allá. Y en semejante estado de desamparo el hombre empieza a caminar lento, muy lento, con la obsesiva idea de llegar a ningún lado.
L.

Viajes del viento



Colombia desde cerca

Se me hace difícil hablar de Colombia. Intenté hacerlo una vez y un lector colombiano se enojó. Pensó que yo hablaba mal de su país, que no tenía en cuenta sus bellezas naturales, que mi visión era negativa y obviamente anticolombiana. De poco sirvió aclararle a ese lector que no es así. Que quiero a Colombia más que a mí mismo. Pero estoy más o menos informado de lo que ahí ocurre y eso me duele y, lo siento, el dolor es fuerte. Podría hacerme el tonto y mirar hacia otro lado. Muchos lo hacen y les da resultado. Podría decir qué rico el café y las achiras, qué lindo Cartagena, qué buena gente son los colombianos todos y terminar diciendo que el riesgo de ir a Colombia es que uno quiera quedarse. Puedo incluso repetir esta última frase o eslogan pero en un sentido opuesto. Quedarse en Colombia implica ciertamente un riesgo altísimo y admirable. No diré esta vez por qué. Cada cual, allá, lo sabe mucho mejor que yo. Me gusta Carlos Vives, me gustan los vallenatos puros, me gusta el currulao, las arepas, el ajiaco, las mujeres del llano y de la costa y tantas otras cosas. Pero no puedo mirar para otro lado. Sé que los ríos colombianos arrastran más cadáveres que agua y conozco las razones de semejante contrasentido. Me gustan los ríos de agua y no los ríos de sangre. Llevo a Colombia en el corazón y sé que este posteo será, también, duramente criticado por los héroes de la patria. Pero no pierdo las esperanzas. Ya volverán los ríos con agua y peces. No puro centro sino pura agua. Volverán de todos modos alguna vez esos ríos.
L.

México desde lejos


Estuve en México hace años como enviado de un diario argentino que hoy aborrezco. Conocí el museo de antropología en el DF y quedé maravillado. Fui cinco o seis veces a visitarlo sabiendo que cien no alcanzarían. Conocí, en Coyoacán, la casa azul de Frida Kalho. Conocí la casa donde vivió y fue asesinado León Trostsky, el creador del Ejército Rojo. Estuve en el jardín donde su cuerpo está enterrado. Hay una bandera roja como centinela del lugar. Conocí la península de Yucatán y pude imaginar la vida de los mayas. Pude ver murales de Siqueiros. Pude aproximarme desde lejos al mundo de Rulfo, es decir, al más grande de todos los escritores latinoamericanos y acaso del mundo. En México todo es picante y eso tiene que ver con la intensidad de los mexicanos. Ahora veo cabezas cortadas, cuerpos colgados por los zetas, narcotráfico y dolor, inconcebibles retrocesos políticos en las elecciones recientes, en fin, una realidad tan difícil como atrayente. Me gustan las novelas de Fernando del Paso. Palinuro de México. Me gustan el mezcalito y la cerveza Iguana. Creo que existe una cerveza de esa marca. Y Corona. No mucho más. No me gustan los grupos de mariachis. No me gustan los tacos. Me gusta Lila Downs. Me gustan las fotos en blanco y negro que sacó Rulfo. Me gustan la películas de su hijo. Se va terminando la lista. La playa más hermosa del mundo es la de Tulum. Las ruinas mayas entran al mar desnudas, es decir, sin la malla puesta. El laberinto de la soledad, ensayo de Octavio Paz, dice más de México que cualquier otra cosa que pueda leerse al respecto. Y los sangrientos piquetitos de Frida.
L.

España desde lejos



Es poco lo que puedo decir de España que no se nutra de recuerdos vagos, de ciertas lecturas, de mínimas experiencias personales. Tuve una novia hace años, conocida en el ambiente como la yayi, que era bailarina de flamenco. El golpe fuerte de los tacones contra el piso de madera llegó a conmoverme. La relación duró poco y dejó menos aún así que el dato es irrelevante. Mis padres leían en voz alta poemas de García Lorca (Gacela de la huida) y sigo leyendo a Lorca hasta hoy y me duele su cobarde asesinato. Me gustan las canciones de Aute, no todas, me gusta una película alemana (¿Soy linda?) que transcurre en distintas zonas de la península, recuerdo Furtivos como uno de los films de la época del franquismo que más me impactaron. Me gusta Serrat cantando en catalán. Hace uno o dos años pasé por Madrid camino a Lisboa. Tuve unas horas muertas y viajé en subte hasta Barajas, el pueblo más próximo al aeropuerto del mismo nombre. Sentí mucha paz en ese lugar, la gente fue amable, sentí que de veras estaba en otro mundo. Ahora leo los diarios donde se informa acerca de los "recortes" de un tal Rajoy, un pobre lacayo de la Unión Europea, que están dejando al pueblo español en una situación grave de indefensión. Dicen que algunos jóvenes españoles están viajando rumbo a Buenos Aires. No sé si es verdad. Me gustaría conocer Barcelona, ir a playas nudistas, caminar por Granada (Gacela de la huida) y por los pueblos blancos que parecen colgar de las montañas. Es tan poco lo que puedo decir de España que me da pudor. Pienso en Unamuno, en Miguel Hernández y Antonio Machado, en tantos escritores y artistas y combatientes de juventud (Jorge Semprún). Y pienso en el millón de muertos que produjo la Guerra Civil. En esa guerra hubiese sido republicano y hubiera dado la vida por la causa, claro que sí, aunque no sirviera para nada.
L.

lunes, 27 de agosto de 2012

Ausencia



Elogio del acto

Entre hacer y observar cómo hacen los otros tal o cual cosa mil veces mejor es hacer, mil veces mejor es el acto por más fallido e incompleto y frustrante que resulte. Hacer, poner el cuerpo, ser protagonista aún del hecho más efímero. Lo dicho no significa dejar de observar, dejar de pensar, dejar de esperar cuando de esperar se trata. Pero si todo se limitara a esto último, es decir, a ser un mero testigo de la vida, mejor, diría Vallejo, que se la coman toda. Porque la vida se nutre de acción y de pasión por encima de todo y de todos. La indiferencia es lo peor. Y en esto de hacer conviene ser pacientes y no esperar inmediatos resultados. Construir una pequeña flor -lo hemos dicho en este blog hasta el cansancio- es un trabajo de siglos.
L.

Imaginemos


Imaginemos una vida limitada a sí misma, es decir, respirar, comer, de tanto en tanto una fiesta, algún encuentro sexual o varios encuentros sexuales, casamiento, hijos, vejez, muerte, llanto y risas y otra vez llanto y de nuevo risas. Imaginemos un poco más. Además de la lista recién compuesta añadir vacaciones en verano, comprar un auto, subir al auto, bajar del auto, ver noticieros por televisión, de vez en cuando una película, protagonizar una pelea familiar o de pareja para olvidarla después, hablar por celular, enviar mensajes por celular, recibir llamados por celular, viajar y ver lindos lugares, sacar fotos y más fotos con el celular, dormir, despertar, entrar al baño, salir del baño, subir imágenes a cualquier red social, encender la computadora y apagarla, enfermarse, curarse y enfermar. Hablar luego de enfermedades durante una hora por celular. Imaginemos, en fin, una vida sin imaginación. Una existencia desprovista de toda creación, sueño, deseo, temblor, perturbación o desconcierto. Una vida sin vida como la que, con ligeras variantes, llevamos todos. Imaginemos eso. Pensemos en eso, al menos, unos pocos instantes. Y saquemos, a continuación, las conclusiones correspondientes.
L.

Supongamos


Supongamos que fue martes. Pensándolo bien pudo haber sido un miércoles o un viernes. Acaso un jueves. El dato, en realidad, carece de importancia. No pudo haber ocurrido un sábado y mucho menos un domingo. Esto último es seguro. Los fines de semana de ninguna manera son días propicios para que ocurra lo que aquel día ocurrió. Pero, como decía, saberlo tampoco agregaría mucho a lo central. Ni siquiera sé por qué me detengo en semejantes tonterías. Lo que importa de una historia es la historia misma y no las coordenadas de tiempo y lugar. ¿Fue este año o el anterior? ¿Pasó en la playa o en un campo más bien árido y sin gracia? ¿Acaso en la montaña? Pensándolo bien la historia en sí tampoco importa demasiado. Y si alguna vez importó ya no porque se trata de algo instalado para siempre en el pasado. Los hechos del pasado han caído definitivamente. No hay manera alguna de reconstruirlos por más significativos que hayan sido. Dicho mejor aún. Si fueron importantes para mí, es decir, si tuvieron que ver con mi experiencia más íntima y profunda, no hay manera de transmitirlos. No se inventaron aún las palabras para narrar y compartir una vivencia como esa. Entonces la conclusión de este breve relato es tan obvia que no merece atención. Nada verdaderamente importante puede ser compartido con nadie. 
L.

Musik



domingo, 26 de agosto de 2012

Las aguas del deseo

Las plantas demasiado regadas se ahogan y mueren. Eso lo sabe o lo intuye cualquier persona con sentido común. No hace falta siquiera estudiar los rudimentos de la jardinería casera. Las plantas tienen sed pero no tanta como para tragarse cinco o siete baldes llenos. Cabría entonces formular algunas preguntas. ¿Por qué abundan los ilimitados y obstinados regadores de plantas? ¿Por qué si dicen amarlas tanto acaban destruyéndolas? El tema puede ser extendido a otros ámbitos y/o situaciones diversas. Al amor por ejemplo. O a distintos oficios y actividades humanas como la política. Es un error suponer que el deseo propio es compartido por los demás por el sólo hecho de ser un divino deseo. Hubo en el pasado grupos de hombres y mujeres rebeldes que deseaban con razón un mundo justo. Desde ese estado amoroso pero fuertemente subjetivo imaginaban calles cubiertas de obreros, campesinos, estudiantes y soldados que portaban banderas y flores perfumadas en las manos. Soñaban con eso aún frente a la desoladora evidencia de calles irremediablemente vacías o cubiertas de autos recién estrenados. Las mujeres, como las plantas, suelen cansarse de los amantes obsesivos que no dejan de regarlas con las aguas más puras y recónditas. Es hermoso desear. Depende la vida de eso. Pero en cualquier caso no estaría mal, de tanto en tanto, darse una vuelta por el mundo de los hechos reales.
L.

sábado, 25 de agosto de 2012

Dos + dos = 0


Una película argentina estrenada recientemente en Buenos Aires (Dos más dos, de Diego Kaplan) propone el viejo tema de las relaciones abiertas, el intercambio de parejas, los clubes de swingers, etcétera. El asunto encarado ya es tedioso. La práctica en sí ya es patética. La supuesta teoría que sostiene al ejercicio anatómico es tan simple como sospechosa. Dado que una pareja "cerrada" se aburre es mejor una pareja "abierta" que se divierte y vive sus días con plenitud. Parecería entonces que el intercambio sexual entre parejas llega para salvar al mundo amoroso de la inevitable monotonía. Un swinger sería, en conclusión, un ser desestructurado. Y quien se resiste a adoptar esa opción sería una persona carente de amplitud. Freud se ocupó del tema a principios del siglo pasado en su ensayo El malestar en la cultura. El buen cine, sobre todo el europeo, también lo hizo en los sesenta y setenta. Ni el amor ni el cine ni nada, tampoco los blogs, cumplen la pobre función de entretener. Para eso están los juguetes, las mascotas, la televisión y las redes sociales. La multiplicación sexual y afectiva sólo contribuye a empobrecer los vínculos hasta disolverlos en una fiesta ominosa y desesperante. El cine comercial no es inocente. No sólo "entretiene" sino que también, como en este caso, baja línea. Los singwers o como se llamen no saben qué hacer con su vida. En eso deberían pensar un poco al menos antes de convertirse en animales sin gracia ni encanto.
L.

Viejo perro blanco


viernes, 24 de agosto de 2012

Cotidiano

Bicicleta postergada por lluvia hasta nuevo aviso. Entonces colectivo lleno, lento, irrespirable. Consigo ubicarme en un lugar próximo a una joven que habla a la vez por dos celulares. En uno con un tal Fede. En el otro con la madre. No hay grandes variaciones por el cambio de interlocutor. La conversación, o lo que llaman conversación, dura cuarenta minutos o quizás más. Los temas son diversos pero insustanciales en todos los casos: situación geográfica de cada cual, composición exacta de los respectivos desayunos, dolores en el cuerpo detallados hasta límites alucinatorios, nuevas referencias geográficas (lógicas si se tiene en cuenta el inevitable movimiento de los cuerpos), situación de los trenes y otros vehículos, nuevas alusiones a las comidas consumidas en los tres casos, relato preciso de las actividades cotidianas, maldito tren, maldito colectivo, maldito celular. Pienso en bajar y lo hago. Camino cuadras y cuadras bajo la lluvia. El agua es suave y no dice palabras.
L.

jueves, 23 de agosto de 2012

Dance


Soñar con lo real

Nos pasamos la vida buscando lo que ya encontramos. Hace tiempo lo encontramos y sin embargo no lo vemos o no queremos verlo que es peor. ¿Estarán sucios los lentes de contacto? ¿Seguiremos pensando hasta el fin que la fiesta está y estará en otra parte? El tema es tan obvio que llega a ser gracioso. O patético. Soñamos con lo real como si se tratara de un definitivo imposible. Erotizamos la distancia y le quitamos brillo a la cercanía. ¿Lo que está al alcance de la mano pierde encanto y seducción? Quizás esté llegando la hora de soñar con lo real y, más aún, de vivir lo real como si lo estuviéramos soñando.
L.

Negaciones y egoísmos

Para mucha gente la felicidad se conquista a fuerza de negaciones sistemáticas. La técnica es sencilla y da resultados parciales pero efectivos. Me entero de algo y miro hacia otro lado. Me hago el distraído. Me digo y repito que la vida es corta y que conviene mirar hacia adelante. Listo. Felicidad asegurada. Existe una segunda técnica que, bien mirada, no se diferencia tanto de la primera. Consiste básicamente en alcanzar la felicidad a costa de la desgracia de otros, ya sean cercanos o lejanos. Sé que lo que hago daña a terceros pero, como soy feliz por ello, sostengo que eso no es mi culpa y que si lo es... da igual. Ambos caminos funcionan, como queda dicho, por un tiempo determinado. Pero a la larga fracasan. ¿Por qué? Porque nada puede hacerse en esta vida sin pagar un precio por ello. Todos, hasta los más privilegiados, pagan peaje en la autopista. Pero además, ¿no sería más genuina y valiosa una felicidad que se alimente solamente de sí misma?
L. 

miércoles, 22 de agosto de 2012


Escrituras del yo

Abundan más de la cuenta las escrituras del yo. Hay mucha gente que considera muy importante lo que le pasa. Y entonces viene esa cosa confesional que incluye un gran YO en el medio a manera de frutilla en la crema. ¿Pero a quién puede interesarle lo me pasa a mí o a cualquiera si lo que se escribe no trasciende la autoreferencia banal? Salvo esa cosa morbosa de observar por el ojo de la cerradura cómo alguien se desviste y muestra sus partes, no hay, en efecto, nada interesante en ese ejercicio mezquino. Las escrituras del yo, las divinas catarsis, raramente son valiosas. Mejor producir algo donde las experiencias personales aparezcan por añadidura, o sutilmente, pero jamás como centro y objeto del discurso. Mi vida, o la de cualquier otro, no le importa a nadie. Pero si con eso hago algo parecido a encender un sol  quieto o levantar una pared de pájaros en el desierto, bueno, quizás ahí ese otro yo se deslice en silencio, pudorosamente, pero con una potencia inigualable.
L.

Jóvenes de ayer


Trelew I


El primer fantasma que recorrió las calles de Trelew luego de la masacre fue el propio capitán Luis Emilio Sosa, uno de los ejecutores del fusilamiento ocurrido el 22 de agosto de 1972. Días después del hecho, varios testigos aseguraron haberlo visto en el barrio de la marina, borracho y cantando marchas marciales con la lengua amortiguada por el licor. Otros dicen que Sosa entraba en los cafetines de la ciudad disparando hacia las sombras con una ametralladora inexistente. Pasó el tiempo y la presencia del fantasma se fue diluyendo por la costumbre, mientras que el destino final del verdadero Sosa se convertía en uno de los secretos mejor guardados de la Armada argentina. Cuarenta años después, el capitán volvió a pisar suelo chubutense evocado por el llamado de una justicia tardía. Llegó en compañía de otros marinos menos célebres y más misteriosos que él: Rubén Paccagnini, ex jefe de la base aeronaval Almirante Zar; Emilio Jorge Del Real, capitán de fragata; Jorge Enrique Bautista -juez ad hoc de instrucción militar- y Carlos Amadeo Marandino, cabo de la marina. Todos ellos están acusados de haber ordenado, ejecutado y encubierto la masacre. Sus rostros dan cuenta del paso del tiempo. En contraste, la imagen de los 19 militantes asesinados se mantiene y mantendrá por siempre joven.
A.

Trelew II


Trelew III


El 22 de agosto de 1972, hace hoy cuarenta años, diecinueve jóvenes argentinos fueron fusilados por un grupo de militares en las celdas donde estaba encerrados. Primero los hicieron salir al pasillo y ahí empezaron los enloquecidos disparos. El hecho ocurrió en la base aeronaval Almirante Zar y el juicio por la masacre fue iniciado el 7 de mayo último en un centro cultural de la ciudad de Rawson. Familiares y amigos de las víctimas del crimen no piden venganza sino verdad, memoria y justicia ante lo ocurrido. Los jóvenes luchaban a su modo y con el mayor entusiasmo por un país mejor. Por eso fueron masacrados. Increíblemente hubo tres sobrevivientes del fusilamiento. Pero años después esos resucitados fueron secuestrados y desaparecidos, es decir, asesinados junto a otros 30 mil. A continuación va la lista completa de las chicas y chicos exterminados un día como hoy. Carlos Astudillo, Rubén Bonet, Eduardo Capello, Mario Delfino, Alberto del Rey, Alfredo Kohn, Clarisa Rosa Lea Place, Susana Lesgart, Jorge Mena, Miguel Angel Polti, Mariano Pujadas, María Angélica Sabelli, Ana María Villareal de Santucho, Humberto Suárez, Humberto Toschi, Jorge Ulla, María Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo Haidar. Solamente Pujadas recibió alrededor de veinte balazos en su cuerpo delgado. Recordemos esos nombres. Recordemos lo ocurrido en la ciudad chubutense de Trelew. Un país sin memoria es un país sin futuro.
L.

martes, 21 de agosto de 2012

Los venenos

Cuando se habla de la inminente destrucción colectiva del planeta que habitamos resulta inevitable mencionar a los salmones de Alaska. Al final de su vida los salmones salvajes regresan a desovar a cientos de lagos del país. Depositan ahí los huevos, mueren y sus cuerpos van a parar al fondo de los ríos y lagos, ahí donde su instinto los llevó de vuelta. Esos lagos y ríos están contaminados gravemente con algo llamado policlorobefenilos (PCB), un agente químico proveniente de la industria y luego absorbido por el cadáver de los peces que lo consumieron en los últimos años. El hombre viene utilizando el denominado PCB generando todo tipo de desgracias. Los salmones de Alaska actúan así como bombas biológicas. Acumulan materia tóxica y la trasladan a su descendencia, a los consumidores, y, finalmente, a la humanidad entera. En Alemania ya se observó que la leche materna contiene, por los motivos apuntados, hasta 350 tipos diferentes de contaminantes. Pero esos venenos no están solamente en la leche materna. Todos los análisis de suero sanguíneo efectuados en los países desarrollados desmuestran también que los adultos están infectados, en pequeñas dosis, por una amplia gama de productos químicos transportados por los peces mencionados. Los venenos, en conclusión, están adentro nuestro. Todos somos, en mayor o menor medida, divinos y terribles salmones de Alaska.
L.

lunes, 20 de agosto de 2012

Katia


Katia, una estudiante de Moscú que conocí en Moldavia, seiscientos kilómetros al sur de la capital rusa, se cruza una vez más en mi camino. El cochero, látigo en mano, detiene el carro con gesto de fastidio. Los dos miramos a la mujer como se observa a un ser venido de otro mundo. Su piel brilla a la manera de un espejo. Dejo que suba a la troika y le pregunto si tiene planes para la noche. Sus botitas rojas, la blusa bordada por la abuela y ese gorro de cabra que lleva en la cabeza me hacen reír. Hacía mucho que no me reía tanto de un detalle tan estúpido. Katia me besa. Continuamos el viaje en silencio. Los caballos avanzan contra el viento helado y los fantasmas arremeten con sus fusiles de estopa. Llegamos por fin a la dacha. El cochero desata los caballos y va con ellos al establo. Katia chapotea en el barro y se dirige a la casa dando saltitos. “Me hago pis”, explica. Y desaparece en el aire como si no existiera. O como si fuera protagonista de un sueño. Y eso es lo que es en realidad.
L.

Viento alegre


Cuando entonces

Cuando Paula ve o siente que empiezo a caer por esos malditos abismos que ni nombre tienen pero que me absorben como la garganta del diablo en las cataratas, cuando ella sale de bañarse, y así, desnuda como está, entiende el rumbo chimbo de la atroz caída, entonces ella sube por las paredes de esos malditos abismos y de no se sabe dónde arranca frutas del paraíso y me las sirve en una bandeja que ella se inventa con plumas y pelos y dibujos, y ahí coloca ciertas músicas o canciones que Paula me escuchó cantar en los tiempos de las canoas brillantes y verdes, cuando yo susurraba algo que no eran palabras ni discursos sino apenas una confirmación de sentirme vivo o audaz sobreviviente. Cuando Paula me ve caer y masticar lentamente esa caída se limita a inventar salvavidas de viento y, así, desnuda como está, me los pone uno a uno en el alma como si fueran anillos de esos que matan y resucitan al mismo tiempo, así, en una mañana sombría como ésta o como cualquier otra, el milagro se produce justo cuando Paula entiende que también ella se fortalece estirando su brazo de muda y tierna gaviota hacia el lugar donde boqueo como un pez recién sacado del agua.
L.

El último escritor

Con el permiso de los escasos pero firmes lectores de este blog voy a hacer lo que hago siempre, es decir, exagerar, llevar las cosas a su mayor extremo aunque ni yo mismo crea en la efectividad del procedimiento. Acabo de releer por enésima vez dos novelas breves de Juan Carlos Onetti (El pozo y Los adioses) y llegué a la desesperante conclusión de que el autor de esos relatos sin relato ni hechos ni nada es, ha sido, el último escritor digno de ese nombre. Su poder es hipnótico, sus frases imperfectas son perfectas, su tono siempre lluvioso y cercano a la noción de fracaso, y, a la vez, terriblemente puro, es inigualable. Su erotismo es de una profundidad jamás vista o sospechada por ningún hombre y ninguna mujer. La literatura de verdad, como el arte que vale por sí mismo, es una música desprovista de sentido. Una hermosa música que en vez de notas se nutre apenas de lenguaje. Los que busquen entretenimiento o historias fascinantes no deben leer a Juan Carlos Onetti sino a Isabel Allende o, también, a Almudena Grandes. Pero los que aman la pura y triste música que salva sin curar deberían ser fieles al escritor uruguayo para siempre. Es el último escritor.
L.  

domingo, 19 de agosto de 2012

Cinco lecciones de amor


Por aburrimiento, vacío o curiosidad leo un libro de Estela Ocampo, no confundir con Estela Canto, que elabora una teoría del amor implícita en la obra de Marcel Proust. El amor, el deseo, los celos, el desamor y la homosexualidad son los temas o lecciones que desarrolla el ensayo. Imposible resumir todo en este miniespacio. La idea principal. El amor es una invención del que ama. De acuerdo. Ideas laterales. Un roce, un encuentro casual y cotidiano, puede desencadenar en el amante un complejo abanico de sensaciones que por comodidad llamará amor. De acuerdo. Otra cosa. Aunque sea ficticio o inventado todo amor produce un sufrimiento real. O sea que lo único cierto en el amor sería el dolor que produce. De acuerdo. Y una cosa más leída antes de encender la tele. El amor según Proust y según Ocampo y según quien esto escribe es la búsqueda de algo que, por definición, es imposible. De ahí la grandeza del sentimiento. Se trata de una lucha ineludible y perdida de antemano. Eso es todo.
L.

La verdad

Por más parcial y discutible que sea una verdad, por más cotidiana y elemental que resulte, y aún por más inútil, su poder es imbatible. Eso lo saben incluso quienes se drogan día a día con mentiras de cualquier tipo. Tanto lo saben que trabajan esforzadamente para mantener como sea el estado de fingido éxtasis. Los que prefieren vivir ligados a una verdad, por más parcial y discutible que sea, están destinados a no divertirse tanto con las cosas simples de la vida. Padecen incluso las ingratas consecuencias de su elección. No los invitan a fiestas. No reciben abrazos gratuitos en las calles. No son premiados con bonitas frases de esperanza e ilusión. La verdad, por más cotidiana y elemental que resulte, molesta gravemente a los felices. Es, para ellos, como una piedrita en el zapato. Dicen los felices que quienes se aferran a verdades, por más parciales y discutibles que sean, son irremediables amargados, una maldita raza de fracasados que no saben gozar de la existencia. Están arruinados para siempre. Pero los que buscan verdades llegan tan alto en ese loco afán que, por suerte, no escuchan los gritos de odio que, como gotas de veneno feliz, caen sobre ellos y sus malditas certezas.
L.

sábado, 18 de agosto de 2012


Un mundo sin abejas

La oficina oficial alemana para la protección de la naturaleza acaba de anunciar la inminente desaparición de las abejas. Lo mismo fue comunicado recientemente por entidades similares de Japón, China, Estados Unidos y Egipto. Conviene recordar que las abejas son esenciales no sólo para producir miel sino para polinizar las flores. Las abejas, además, son ejemplo de un mundo donde todos trabajan para todos. Incluso los zánganos, con fama de vagos, se ocupan de fecundar a las abejas reinas, en un acto heroico después del cual mueren con el abdomen partido en dos. Cabe aclarar que polinizar es un proceso de transferencia del polen desde los estambres hasta el estigma donde germinan y son fecundados los óvulos de la flor haciendo posible la produccción de semillas y frutos. Son varias las causas de la desaparición de las abejas y todas tienen que ver con la irresponsabilidad humana. Métodos agresivos de tecnificación agrícola, corte y recorte indiscriminado de jardines, el auge de la soja cuya propagación no permite la existencia de la mayoría de clases de abejas (560 en total). Alguien podría decir, ¿y para qué necesitamos abejas? Muy pronto, si seguimos así, la pregunta incluirá a la humanidad toda y al mundo en general.
L.

viernes, 17 de agosto de 2012

Dónde

¿Dónde están las fotos? Esas fotos que estaban bien guardadas en la mesa de sombra. ¿Quién se las llevó? No encuentro por ningún lado el cargador del celular, no veo a mi gato, no están los vestidos de mi última novia, sí, los que dejó colgados en el placar seguramente para que la extrañe. ¿Quién se llevó mis libros de Teillier? ¿Por qué me sacan todas las cosas que tan bien me hicieron hace tiempo? Esas pastillas con forma de corazón, los guantes de lana, la bufanda que usé en la isla, aquel jabón de tan rico perfume. ¿Dónde están todos los que ahora son solamente y nada más que puros fantasmas?
L.

La playa


Es un ritual que venimos cumpliendo como sonámbulos cada vez que viajamos ya sea para olvidarnos del mundo, del pasado o de nosotros mismos. Esa costumbre de quitarnos las zapatillas y las medias, sentir la arena fría en la desnuda planta de los pies, y avanzar, paso a paso, hasta llegar al mar como si el oleaje se convirtiera en un confesionario, una ilusión, algo que no se deja nombrar. No importa si es invierno o verano. Tampoco si estamos especialmente tristes o cansados ese día o esa noche sin estrellas. Es un ritual y los rituales no admiten renuncias o vacilaciones. Todo consiste en caminar lentamente y como ciegos, meternos en el agua hasta la cintura, sentir bien adentro que formamos parte del océano o como sea que se llame semejante masa de humedad y recién entonces besarnos apenas como si quisiéramos comprobar que todavía estamos vivos, casi vivos, casi muertos o recién nacidos. Y lo demás, todo lo demás, se diluye en ese instante de contacto efímero hasta que el rito de pronto se disuelve en el mar de las algas y las aguas cotidianas.
L.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Como que no


El ciego

Hoy subió al bondi un chico ciego. No era tan chico en realidad pero sí más joven que yo. La gente le preguntaba cosas todo el tiempo. Que a dónde iba, que si se quería sentar aquí o allá, ese tipo de temas. Bajamos en la misma estación. Yo me acerqué y le pregunté si necesitaba que lo guiara hacia algún lado. Me dijo que tenía que tomar el 17 en Chacabuco porque iba a provincia. Entonces le dije que yo lo llevaba. Puso su mano en mi hombro y empezamos a caminar. Me preguntó si era colombiana. Le respondí que sí. Me habló de una compañera colombiana que tiene y que todo el tiempo le dice "parce". Charlamos un poco más. Esperé a que llegara el 17, lo ayudé a subir y ya. Eso fue todo. César se llama. Y yo, Andrea. 
A.

Turbante

Sale Paula de ducharse con una ridícula toalla anudada en la cabeza. Estamos en el cuarto y yo leo algo en la computadora. Me burlo de Paula y le digo que ese turbante es ridículo. Paula está desnuda, se quita la toalla que envuelve su pelo aún mojado y eso la vuelve más desnuda aún. Suena de pronto una música en guitarra y ella se pone a bailar un vals como si nada. Le digo que se apure. Le recuerdo que debe ir al trabajo y que yo también debo bañarme. El tiempo, le digo, se acaba para todos. Pero ella baila y se ríe en un tiempo sin tiempo que no termina nunca y, de seguir así, no acabará jamás.
L.

La vida de las mariposas


martes, 14 de agosto de 2012

La vida breve

Ninguna vida es tan breve como la de la mariposa. Vive un día, no más que un día, un día apenas y listo. Me pregunto si la mariposa hace algo especial para que su única jornada rinda al máximo. ¿Usará reloj? Pienso también en sus amaneceres juveniles, sus mediodías adultos, sus noches fatales de insomnio terminal. Y, sobre todo, trato de imaginar cómo es o sería, para una mariposa, encontrar de pronto al amor de su vida...y no saber qué hacer con él.
L.

lunes, 13 de agosto de 2012

Tribalistas en concierto


Materia oscura

El 85 por ciento del universo está compuesto de materia oscura. Pero no es ese el dato más grave y desconcertante del cosmos. Lo que realmente preocupa es que nadie sabe de qué está hecho ese 85 por ciento. La materia oscura no emite ni refleja luz. Carece, además, de carga eléctrica. Es invisible y misteriosa. Su tamaño es bastante mayor al que tendrían las estrellas, planetas y galaxias juntas si pudiéramos meter todo eso en una caja de cartón. En conclusión. El océano interestelar está lleno de sombras cuya composición es hasta hoy ignorada por completo. Y pensar que alguna gente le teme a la oscuridad de un cuarto, de un cine o de un callejón de esos.
L.

A la playa y en auto

Las ciudades del mundo están colapsando gravemente. El origen del problema está en el individualismo exacerbado. La supuesta comodidad del auto ha vuelto intransitables calles y avenidas y no sólo para los que caminan sino, fundamentalmente, para los propios automovilistas. Estos últimos fueron estafados por la publicidad y por las empresas que lucran con la venta de combustibles. Los resultados están a la vista. Resulta ya imposible circular en auto a más de veinte kilómetros por hora en el casco céntrico. Quedaría una solución consistente en suprimir las ciudades. Tarde o temprano habrá que eliminar también los autos cuya atención requiere, para el ciudadano medio, más de mil quinientas horas al año. Treinta por semana. Cuatro por día. Ni hablar del gasto económico que esto significa. La privatización de la vida se extiende a todos los campos. Si cada una de los trece o catorce millones de familias francesas (es un ejemplo) quisiera disponer apenas de diez metros propios de costa marítima, Francia debería disponer de la imposible extensión de 140 mil kilómetros de playa. En resumen. Si se pretendiera democratizar a fondo el uso de autos y playas no quedaría otra solución que instaurar el tan criticado colectivismo. La consigna de socialismo o barbarie, propuesta por Castoriadis, sigue vigente.
L.

domingo, 12 de agosto de 2012

Sueño de verano


Para ver manchas de nieve de verdad hay que subir a una montaña muda y escarpada. Conviene saber que la escalada no es fácil. En la base las raíces de los árboles frondosos se convierten en un terrible obstáculo. El suelo es barroso, hay ríos y piedras auténticas, fauna salvaje y especialmente agresiva. Pero cuando por fin se deja atrás el bosque, un poco más arriba, uno puede ver que la nieve está a tiro de piedra. Y es nieve tan cierta como la verdad. Poco a poco la vegetación ralea. Se hace achaparrada hasta dejar de ser. Hay un viento que barre con todos los recuerdos y, cerca ya de la cima, hay un arenal interrumpido por enormes manchas de nieve. Si hay un palo cerca es posible escribir palabras o dibujar caras. Pero todo se disuelve enseguida como un helado de crema. Después se aconseja arrojar el palo, tocar la cumbre con un pie y deslumbrarse con los arcoiris simultáneos. Las manchas de nieve se ven ahora desde arriba. Y el mundo entero, como una mujer entera, se deja ver y acariciar sin vestiduras. El escalador se olvida de que su objetivo inicial consistía en poder ver de cerca manchas de nieve de verdad en lo más alto y hermoso de una montaña que también es de verdad.
L.

Sueño de invierno


Ciertas canciones

Ningún amor es para siempre. Ninguna vida o persona. Eso lo sabemos de sobra y es inútil insistir en tan obvia y conocida obviedad. Nos gustaría -claro- que algunas situaciones fueran eternas. Pero la palabra eternidad es tan efímera como su pronunciación. Hay ciertas canciones que se extienden en el tiempo y cada uno sabe bien por qué. Son canciones que misteriosamente duran. Y de eso no tienen la culpa ni las letras ni las melodías. No hay en ellas una virtud especial que no se relacione con algún instante vivido como se viven los instantes únicos. Estas frases se están volviendo melancólicas y será mejor, por eso mismo, terminarlas acá. Encima es domingo, brilla el sol y llueven recuerdos. Por alguna razón ciertas canciones se inscriben en el orden de lo eterno. Como un muerto que aprende a besar. Como un libro salvado del mar.
L.

sábado, 11 de agosto de 2012

Y decirte que todo está igual



Retiro digital

Leo que Microsoft y otras grandes marcas se alarmaron al detectar que su público está, según su propia definición, tecnológicamente fatigado. La gente, al parecer, siente alguna nostalgia de los tiempos donde aún existían personas de carne y hueso que incluso hablaban entre sí. Para evitar semejante pecado Microsoft ha presentado Windows Phone 7 con un muestrario de las mil y una maneras de ser feliz digitalmente. Daniel Sieberg,  ex adicto confeso y funcionario de la citada empresa, propuso algunas preguntas simples para detectar a presuntos traidores. ¿Alguna vez ha experimentado la urgencia de sacar su teléfono mientras otra persona mantiene una conversación importante con usted? ¿Ha sentido en alguna ocasión que algo no ha pasado realmente hasta que usted no lo ha publicado en su muro de Facebook? ¿Suele pasar tiempo en silencio con su pareja porque cada uno está inmerso en su universo digital? Se estima que la mayoría de las personas dedica un mínimo de dos horas diarias para actualizar Facebook. Eso significa sesenta horas por mes. Es tiempo perdido en términos de privacidad, identidad personal y horas de sueño. El problema es que la situación descrita está generando un mercado tecnológicamente fatigado que se enfrenta, entre otras cosas, a la crucial alternativa de tener que elegir entre personas o aparatos.
L.

Instrucciones



Para fabricar un río lo primero es construir un puente. Habiendo puente sólo falta la parte de abajo. El segundo paso es ponerle nombre al río por venir. El tercer paso consiste en cavar un cauce más o menos profundo, regarlo de piedras y plantas y peces y dotarlo de una superficie tensa donde, de vez en cuando, caiga una mosca extraviada. Una vez generado el escenario hay que llenar el cauce abierto con agua turbulenta. El detalle es importante y se lo puede resolver con baldes, baldecitos y una amplia red de cañerías. Cuando el río esté listo habrá que añadirle orillas (dos), arboledas, botes, veleros, sueños, pájaros, remolinos, cangrejos, mariposas. Es así, en resumen, como debe procederse para fabricar un río.
L.

Mar de siempre

La playa siempre es la misma. Los  mismos nombres dibujados en la arena. Hay silencio de viento en los médanos y un mundo aparte en los muelles que la niebla dibuja y desdibuja. En el horizonte los barcos gigantes esperan turno para entrar al puerto. Se dice que todo cambia pero la playa es la misma. Los nombres dibujados en la arena siguen ahí después de la marea. Cuando llega la noche los barcos gigantes se iluminan con luces de anticipada Navidad. Los pescadores regresan a sus casas de red y los nombres de siempre continúan dibujados, como siempre, en la playa que siempre es la misma.
L.

La mariposa


viernes, 10 de agosto de 2012


Esperando el fin del mundo

Leo con tristeza y estupor que unas setenta personas, varios niños entre ellas, vivieron durante diez años un un bunker subterráneo a la espera del fin del mundo. Pertenecían a una secta que había pronosticado el apocalipsis, sin percibir que ya llegó, y se hundieron en un pozo sin aire ubicado en Tartastán, una de las repúblicas que conforman los restos de lo que alguna vez fue la Unión Soviética. Qué triste. La tierra de Tostoi, Chéjov y Maiakovsky, la esperanza frustrada de la gran revolución de noviembre de 1917, la cuna del teatro Boshoi, la ex potencia que alguna vez lanzó al primer hombre, y a la primera mujer, al espacio, territorio de poesía, encanto, ensueño y tragedia. Al parecer se trató de una secta musulmana conducida por un "profeta" de 83 años. No debería sorprenderme en realidad. Hasta hace poco todo el mundo de por aquí hablaba de la profecía de los mayas según la cual este año terminaba el mundo. ¿Tendremos que acostumbrarnos al triunfo de la ignorancia por sobre el conocimiento? Lacan y Freud, dos pesimistas alegres, vaticinaron eso mismo. La ignorancia es orgásmica y fatal. El conocimiento, compuesto de verdades parciales, no está de moda en estos tiempos.
L.

Dar clases


Lo difícil que es dar una clase de escritura, periodismo o lo que sea y donde sea. El aula se convierte en una burbuja de silencio en el desierto de los ruidos. El maestro se resiste a enseñar lo que de ninguna manera puede ser enseñado. Lo ha dicho. Cada cual se educa y se salva a sí mismo. Hay algo del orden de la transmisión y hay, también, un compartir experiencias con un grupo de gente que llegará seguramente más lejos que el supuesto guía. Enseñar no es llenar cabezas vacías sino mostrar distintas opciones de existencia. Los alumnos pueden elegir no escuchar, tomar palabras al azar, pensar en lo que se escucha y hasta no pensar. ¿El aula es una jaula? Sí. Hay barrotes de donde tomarse. Pero está la puerta siempre abierta para salir volando incluso antes de que suene el timbre.
L.

jueves, 9 de agosto de 2012

Un piano simple


Sexo y voluntad


Los hombres suelen/solemos confundir orgasmo y eyaculación. Sin embargo saben/sabemos que aún habiendo existido erección y eso que algunos llaman descarga fisiológica, no siempre hay goce como no sea el de suponer que se ha dado placer a la compañera ocasional. Algunos hombres gozan demasiado temprano y lo lamentan. También sus parejas. La "descarga" se produce cuando no debería producirse y eso provoca un comprensible fastidio. Esto último demuestra que lo maravilloso que ocurre fuera de tiempo deja de ser maravilloso. Igualmente dudoso es el orgasmo femenino. A diferencia de lo que se cree ese milagro no suele relacionarse con la penetración. Como si fuera el gladiador que durante la vida entera se prepara para un combate que acaso nunca se produzca, la mujer arma su fortaleza sobre un tesoro que ignora y que, encima, no es voluntario. Ya hemos dicho en este blog que la femineidad es, en última instancia, impenetrable e inalcanzable. Aún cuando provoca placer la penetración pasa siempre a segundo plano. Más placentero es el abrazo posterior o las ceremonias previas. Hacer el amor o no, en conclusión, no depende de la voluntad de los protagonistas. ¿De qué depende entonces? No hay respuesta convincente para la pregunta.
L.