La tentación de quedarse en cama sin hacer nada. Qué lindo. Mantas hasta la nariz, la estufa prendida, algún libro, la tele, una mujer y el gato, allá abajo, mirando hacia arriba. Inmovilidad total. Un poco de música. La aparente conveniencia de retirarse del mundo hasta que aclare. Pero hay un pero. La vida está afuera. El viento que quiebra los labios y a la vez empuja y salva está afuera. Algo del orden de lo vital está lejos, en la incomodidad sin mantas. Muy raramente adentro. ¿Salir o encerrarse? Hasta la pregunta es absurda.
L.
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