viernes, 10 de agosto de 2012

Esperando el fin del mundo

Leo con tristeza y estupor que unas setenta personas, varios niños entre ellas, vivieron durante diez años un un bunker subterráneo a la espera del fin del mundo. Pertenecían a una secta que había pronosticado el apocalipsis, sin percibir que ya llegó, y se hundieron en un pozo sin aire ubicado en Tartastán, una de las repúblicas que conforman los restos de lo que alguna vez fue la Unión Soviética. Qué triste. La tierra de Tostoi, Chéjov y Maiakovsky, la esperanza frustrada de la gran revolución de noviembre de 1917, la cuna del teatro Boshoi, la ex potencia que alguna vez lanzó al primer hombre, y a la primera mujer, al espacio, territorio de poesía, encanto, ensueño y tragedia. Al parecer se trató de una secta musulmana conducida por un "profeta" de 83 años. No debería sorprenderme en realidad. Hasta hace poco todo el mundo de por aquí hablaba de la profecía de los mayas según la cual este año terminaba el mundo. ¿Tendremos que acostumbrarnos al triunfo de la ignorancia por sobre el conocimiento? Lacan y Freud, dos pesimistas alegres, vaticinaron eso mismo. La ignorancia es orgásmica y fatal. El conocimiento, compuesto de verdades parciales, no está de moda en estos tiempos.
L.

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