martes, 28 de agosto de 2012

México desde lejos


Estuve en México hace años como enviado de un diario argentino que hoy aborrezco. Conocí el museo de antropología en el DF y quedé maravillado. Fui cinco o seis veces a visitarlo sabiendo que cien no alcanzarían. Conocí, en Coyoacán, la casa azul de Frida Kalho. Conocí la casa donde vivió y fue asesinado León Trostsky, el creador del Ejército Rojo. Estuve en el jardín donde su cuerpo está enterrado. Hay una bandera roja como centinela del lugar. Conocí la península de Yucatán y pude imaginar la vida de los mayas. Pude ver murales de Siqueiros. Pude aproximarme desde lejos al mundo de Rulfo, es decir, al más grande de todos los escritores latinoamericanos y acaso del mundo. En México todo es picante y eso tiene que ver con la intensidad de los mexicanos. Ahora veo cabezas cortadas, cuerpos colgados por los zetas, narcotráfico y dolor, inconcebibles retrocesos políticos en las elecciones recientes, en fin, una realidad tan difícil como atrayente. Me gustan las novelas de Fernando del Paso. Palinuro de México. Me gustan el mezcalito y la cerveza Iguana. Creo que existe una cerveza de esa marca. Y Corona. No mucho más. No me gustan los grupos de mariachis. No me gustan los tacos. Me gusta Lila Downs. Me gustan las fotos en blanco y negro que sacó Rulfo. Me gustan la películas de su hijo. Se va terminando la lista. La playa más hermosa del mundo es la de Tulum. Las ruinas mayas entran al mar desnudas, es decir, sin la malla puesta. El laberinto de la soledad, ensayo de Octavio Paz, dice más de México que cualquier otra cosa que pueda leerse al respecto. Y los sangrientos piquetitos de Frida.
L.

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