lunes, 20 de agosto de 2012

El último escritor

Con el permiso de los escasos pero firmes lectores de este blog voy a hacer lo que hago siempre, es decir, exagerar, llevar las cosas a su mayor extremo aunque ni yo mismo crea en la efectividad del procedimiento. Acabo de releer por enésima vez dos novelas breves de Juan Carlos Onetti (El pozo y Los adioses) y llegué a la desesperante conclusión de que el autor de esos relatos sin relato ni hechos ni nada es, ha sido, el último escritor digno de ese nombre. Su poder es hipnótico, sus frases imperfectas son perfectas, su tono siempre lluvioso y cercano a la noción de fracaso, y, a la vez, terriblemente puro, es inigualable. Su erotismo es de una profundidad jamás vista o sospechada por ningún hombre y ninguna mujer. La literatura de verdad, como el arte que vale por sí mismo, es una música desprovista de sentido. Una hermosa música que en vez de notas se nutre apenas de lenguaje. Los que busquen entretenimiento o historias fascinantes no deben leer a Juan Carlos Onetti sino a Isabel Allende o, también, a Almudena Grandes. Pero los que aman la pura y triste música que salva sin curar deberían ser fieles al escritor uruguayo para siempre. Es el último escritor.
L.  

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