domingo, 12 de agosto de 2012
Sueño de verano
Para ver manchas de nieve de verdad hay que subir a una montaña muda y escarpada. Conviene saber que la escalada no es fácil. En la base las raíces de los árboles frondosos se convierten en un terrible obstáculo. El suelo es barroso, hay ríos y piedras auténticas, fauna salvaje y especialmente agresiva. Pero cuando por fin se deja atrás el bosque, un poco más arriba, uno puede ver que la nieve está a tiro de piedra. Y es nieve tan cierta como la verdad. Poco a poco la vegetación ralea. Se hace achaparrada hasta dejar de ser. Hay un viento que barre con todos los recuerdos y, cerca ya de la cima, hay un arenal interrumpido por enormes manchas de nieve. Si hay un palo cerca es posible escribir palabras o dibujar caras. Pero todo se disuelve enseguida como un helado de crema. Después se aconseja arrojar el palo, tocar la cumbre con un pie y deslumbrarse con los arcoiris simultáneos. Las manchas de nieve se ven ahora desde arriba. Y el mundo entero, como una mujer entera, se deja ver y acariciar sin vestiduras. El escalador se olvida de que su objetivo inicial consistía en poder ver de cerca manchas de nieve de verdad en lo más alto y hermoso de una montaña que también es de verdad.
L.
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