La literatura no está en las bibliotecas o en las ferias de libros. Tampoco en los suplementos culturales de los diarios. Mucho menos en las presentaciones de obras y autores famosos. La literatura no está en el Malba, el Centro Borges o el Palais de Glace. Mucho menos en los premios de las grandes editoriales o en los sesudos reportajes. La literatura no está en los corpiños de las muchachas sensibles o en los slips de los señores que buscan la eternidad. La literatura, si está en algún lado, late y sobrevive en el combate cotidiano de cada escritor con la palabra, puta fina y encantada.
L.
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