domingo, 18 de septiembre de 2011

Amor desaparecido


Lo mira insistentemente. Lo toca dejando perdurar sus dedos en las líneas de su boca. Lo besa con labios y lengua. El arrobamiento no aparece. Lo vuelve a abrazar, lo suelta, toma distancia para evaluar con el entendimiento lo que le niega la emoción. Él es el mismo pero ella no desentraña en él aquel brillo que otrora la iluminaba. Sus manos son las mismas y cuando las toma entre las suyas cree reconocer una tibieza conocida, pero, si bien la tibieza está, pareciera que de algún modo fuera segregada sin intención ni mensaje y existiera por su propio continente natural, las manos. Se aparta. Observa la situación tratando de buscar el punto donde sea posible recomenzar. Se esfuerza por clavar su mirada en sus ojos y transmitirle una pasión incontenible. Dice dos o tres frases intentado crear una situación de reacomodamiento amoroso. Sonríe y entorna los ojos retrotrayéndose a gestos de seducción que antes bordeaban el desmayo pero que ahora se disipan contra paredes blandas y sin resonancias. Vuelve a poner sus labios en su boca queriendo extraer una sensación distante que vuelva a dibujar la forma del deseo. Se aprieta contra su cuerpo y hace coincidir, como tantas veces, su pubis contra su sexo. Él la besa, la mira con ojos profundos y pronuncia las palabras siempre, siempre. Se aparta, toma distancia y trata de reconocer en ella el paisaje anterior al desierto, el vergel en el que se amaban. Insiste en el acercamiento y apoya sus pechos buscando la morbidez. Pasa su mano por la espalda de ella. Llega a la cintura, cierra los ojos, busca el convencimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario