domingo, 11 de septiembre de 2011

La bella durmiente


La clásica historia de la princesa hechizada por una bruja, o hada malvada, sigue despertando interrogantes. Se sabe que el conjuro fue desecho por un príncipe, dado que cosas así no pueden ser atribuidas a un peón rural, que al parecer estaba persiguiendo a un jabalí. El sueño de la joven duró cien años y terminó con un beso en la boca. El entorno no resultaba encantador. El castillo estaba derruido y cubierto de malezas. La princesa parecía el cadáver de Walt Disney congelado a la espera de un milagro. Después del beso el castillo entero despertó, las malezas desaparecieron y la princesa le dijo a su salvador algo así como por fin llegaste. ¿Metáfora de la virginidad perdida? Muchos años después Ray Bradbury concibió un relato similar que lleva uno de los más hermosos títulos de la literatura universal. Remedio para melancólicos. Más cerca en el tiempo el escritor español Quim Monzó imaginó la misma situación pero con una variante entre graciosa y perturbadora. El caballero desmonta del caballo, besa a la princesa, ambos deciden casarse, tener hijos y demás tareas que establece la tradición...hasta que de pronto, cuando ya estaba todo más o menos arreglado, el príncipe alza la cabeza y descubre que, unos veinte metros más allá, cerca del claro que da paso al bosque, había otra joven dormida, tan hermosa como la anterior, acostada como una diosa o un ángel sobre una litera de ramas rodeada de flores de todos los colores.
L.

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