Ella está envuelta en la puesta de sol. Y yo le digo que arde su vestido. Se llama Sylvia o Maia. Mi vestido, dice ella. Mi vestido. Sí -le digo-. Tus pensamientos están bañados en luz violeta. Responde. Mis pensamientos. También digo que sus ojos brillan como el agua joven. Mis ojos, dice ella. Mis ojos. Entonces veo cómo el día de pronto oscurece gravemente. Tiemblas, le digo tratándola de tú. Temblás. No -dice ella- no tiemblo. Son sólo flores estemecidas porque el sol las ve desnudas. O quizás porque miras una sombra en mi vestido. No sé, dice o calla e inclina levemente la cabeza.
L.
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