Hay entre la gente una preferencia generalizada por el encubrimiento en todas sus formas. Nadie o casi nadie designa a las cosas por su nombre. Lo que más encontramos son raros sinónimos, eufemismos hipócritas, maravillosos rodeos para eludir el verdadero sentido del ser. En el terreno político abunda el doble discurso o el triple. Y en el campo de la sexualidad algunos hablan de encuentro amoroso cuando en realidad quieren aludir a otra cosa. Pero se equivocan. La palabra griega eros no es más que una traducción posible de la palabra amor. Daría la impresión de que hay algo sucio en eros y algo limpito, blanco brillante, en el amor. Sería más sano decir lo justo en cualquier caso. Y sin avergonzarse. Por lo demás -como advirtió Freud- sea cual sea el tema en discusión se empieza cediendo en las palabras y se termina cediendo en los hechos.
L.
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