Cada tanto en la oficina se escuchan cantos de pájaros. Es raro porque el lugar está situado en pleno centro de la ciudad, lejos de cualquier cosa llamada árbol, muy lejos de toda posible situación de bosque. Sin embargo, a eso de las cinco o seis de la tarde, se empiezan a escuchar cantos de pájaros. Resultan demasiado nítidos como para ignorarlos. Todos los empleados alzan levemente la cabeza. Los ojos vacíos observan algo por encima de las pantallas. Pero sólo vemos una gran pared y ventanales y sillas y escritorios y carpetas y todas esas cosas. No hay aleteos. Ni siquiera sombras de aves o de cualquier cosa que se parezca a un ave. Pero se escuchan cantos de pájaros. El dato, en sí mismo y más allá de las especulaciones del caso, es definitivo.
L.
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