martes, 27 de septiembre de 2011

Límites


Cuando Bataille define al erotismo como transgresión a la ley, algo así como un carnaval de la fe cristina, no defiende con ello un retorno imposible a la sexualidad animal. Tampoco propone una liberación orgiástica en la que todas las prohibiciones quedarían definitivamente abolidas. Traspasar un límite no significa borrarlo. Desde esta visión la prohibición es tan necesaria como la transgresión. Todos viviríamos así desgarrados entre la razón y el deseo, entre el bien considerado conveniente y el mal considerado insensato. Sin la mezcla de gozo y dolor, pasión y peligro, inocencia y culpa, el erotismo se convertiría en un horror similar al de las violaciones o en una triviliadad, es decir, el sexo visto como actividad comercial y deportiva o como práctica higiénica de la pareja monógama o como diversión de fin de semana. Pero el erotismo, como la fiesta o el arte en todas sus formas, no tiene otro fin que romper el aislamiento cotidiano de los seres y establecer entre ellos un contacto íntimo, sutil y desesperadamente vital.
L.

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