La novedad no siempre es buena. Al contrario. Casi nunca es la esperada. La novedad puede ser la más triste noticia de todas. Y sin embargo se la lee, la primera vez, con cierta inocencia, medio en broma, como si no fuera esa mierda que es. O como si afectara a otro. Eso la primera vez. Bajo el impacto inicial. Pero cuando la cosa decanta, cuando baja y se hace carne o nubes o viento del desierto, la novedad cae como una masa de plomo en la cabeza. Y uno no sabe dónde meterse. Y ruega para que no haya más noticias en el día. Pero habrá otras. Claro que sí. Y habrá que prepararse para todo.
L.
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