El sueño de muchos, para no decir de todos, es ponerse a salvo del peligro. Desde la salida del útero materno el mundo se vuelve una versión de la intemperie. Y desde ese instante pasamos los días y las noches buscando salvavidas, amores en los cuales podamos refugiarnos, el paraíso de donde fuimos expulsados. A veces damos con alguien y creemos haber resuelto el problema. Pero no. Porque ningún lugar que nos mantenga realmente a salvo puede depender de un otro. Porque cualquier otro, además, es inseguro y efímero por definición. Un tembladeral.
L.
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