miércoles, 14 de septiembre de 2011

Nueva carta desde Bogotá


Creo que le han robado un mes al año. No sé. Recuerdo que entre septiembre y noviembre había algo más. Un intermedio antes del fin, con un nombre que seguramente tenía las letras bre en alguna parte. Brea, brebaje, brecha, breve. El mes brea era pegajoso. Todos los días, a las tres de la tarde, los niños salían de sus casas para comer helados de fresa y sambayón que vendían en las esquinas de semáforos dañados. Los helados se derretían y se derramaban sobre las calles de la ciudad. El mes brebaje hacía que todas las mujeres de 25 años se contagiaran con una gripa fuertísima que las obligaba a permanecer desnudas en sus camas, con las ventanas y las piernas abiertas para poder recibir el viento curador proveniente de tierra de fuego. El 30 del mes brecha no se trabajaba. Era el único día en el que podía verse la lluvia de estrellas de la constelación de Andrómeda y un eclipse de sol al mismo tiempo. Y, por último, estaba el mes breve que tenía la misma extensión que tiene la vida de una mariposa. Los batidos de las alas de esos insectos están contados y ellos no lo saben. Esa ignorancia les permite polinizar las flores sin esperanza ni desesperación.
Andrea

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