¿Qué sucede con la correspondencia amorosa en tiempos de facebook, chat, twitter, blackberry y mensajes electrónicos? En el siglo XIX, y aún en el XX, las cartas románticas iban acompañadas a veces de un mechón de pelo, rastros de rouge, perfumes, huellas digitales, señales entre pasionales y mortuorias. ¿Y ahora? ¿Qué pasa ahora? Ya no hay tinta, no hay borroneos, no hay sangre, no hay siquiera un tiempo de espera angustiosa y anhelante. El ausente está presente. Siempre. O decide permanecer ausente y no contesta los mails. No contesta y ese es el mensaje. No hay carteros. Se acabaron los papeles doblados e introducidos en un sobre misterioso. Se acabó lo íntimo. En la era de la reproducción técnica se terminó lo sagrado. Pero en las grietas, como siempre, está Dios que acecha.
L.
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