jueves, 22 de septiembre de 2011
Discurso amoroso y convencional
Leo historias de amor frustrado obtenidas por mis alumnos mediante entrevistas a jóvenes amigos y amigas. Más allá de los detalles, las ingenuidades o las situaciones particulares lo que llama la atención ahí es la utilización reiterada de expresiones gastadas y regastadas por el uso. Así concebido el discurso no es tan amoroso como convencional y, casi en todos los casos, aparece entrampado en las telarañas de la costumbre. Los lugares comunes del género son conocidos pero no por eso menos sorprendentes. Siempre hay un primer beso, algo llamado piel, química o mucha química. Los protagonistas, también siempre, saben todo lo que va a ocurrir. No hay lugar para el azar o lo imprevisto. Son como actores de una obra ensayada mil veces. En el medio hubo alguien agregado o quitado del feisbuc. Un chat caliente. Un encuentro donde las bocas se encontraron en un beso interminable, sí, interminable. Algunas parejas hacen el amor toda la noche sin interrupción, siquiera, para ir al baño o comer. Las mujeres enamoradas tienen siempre mariposas en la panza. No podrían ser iguanas o libélulas. Deben ser mariposas. Los hombres chamuyan siempre. Las mujeres caen en la trampa una y otra vez. Siempre hay una ex novia embarazada o casi. Siempre hay un siempre y nunca hay un nunca. La repetición me desconcierta y me rebela. ¿Resulta definitivamente imposible hablar con voz propia sobre algo? ¿Sí o sí hay que expresarse con el lenguaje impuesto, aburrido y preconcebido? Una sola cosa es verdad. Tampoco puede pretenderse pureza total en este campo. Quien huye del mal gusto, decía Neruda, cae en el hielo.
L.
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