miércoles, 28 de septiembre de 2011

La parte y el todo


Creo que ha llegado la hora de renunciar a la totalidad y consagrar la parte. No hacen falta demasiados argumentos para aceptar la idea. Todo no se puede. Eso lo dice hasta mi abuela. Todo el amor, toda la justicia, todo el placer, toda la felicidad. La vida misma es fragmento de un discurso olvidado. De la muerte no se puede decir nada. La noción de eternidad es simpática pero abstracta, rara, inmaterial. Trato de buscarle la vuelta al absoluto pero no le veo ninguna ventaja. Al contrario. Vienen después las grandes decepciones. Más vale jugarse por el instante que es todos los instantes, por un amor aunque no sea "el" amor, por un trabajo aunque no sea el soñado. Dejaría solamente la idea de totalidad pensando en una mujer. No puedo considerarla como un conjunto de prótesis o lugares por mejores que sean. Supongo que algo así pensará la mujer de los hombres. Ahí sí totalidad. Sobre todo si de amor se trata. Pero aún en este asunto no queda más que renunciar a lo completo y consagrar por fin el reino sutil de lo inacabado.
L.

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