Dan pena los perros encerrados. Da pena verlos atados con correa y llevados por un paseador a la manera de una manada invisible. Eran libres antes. Eran lobos y dueños del cielo y de la tierra. Ahora sobreviven como pueden en balcones, patios pequeños, cuartos cerrados. Ya no comen liebres desgarradas con los dientes sino alimento envasado. Me cuenta Andrea que hasta no hace mucho, en Colombia, la aparición en la calle de dos perros copulando generaba la ira cruel de la gente. Veían ese acto como una ofensa al pudor cristiano. En resumen. Mataban a palos a ambos animales y de esa manera evitaban el mal ejemplo social. Qué locura. Un perro se monta sobre la cola de una perra sin pensamientos, sin angustia, sin felicidad, sin conciencia. Lo hace apenas siguiendo la ley del instinto. Dan pena los perros. Mi perro. Pirata. De él estoy hablando.
L.
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