domingo, 18 de septiembre de 2011

Y todo así II

Como ese miedo de las manos al tocarse. Ese horror que también da placer. Si presiono demasiado la pierdo, dice él. Bajan los dos como en un tubo que gotea sombras. Se oyen pasos de alguien más. Sí. Claramente. Hay un tercero que cae y está cerca. Como ese miedo a que todo se termine. La burbuja va a estallar. Voy a sufrir, se oye decir. Pero no. Vuelve a ser niño. Pompas de jabón en un baño de la infancia. El vapor no deja ver. Una tras otra se disuelven y plop. Eso es todo. Sí. Como se pierde el sabor de las manzanas. El ascensor, la calle, el beso en la boca y los cuerpos húmedos de tanta sed. Ella podría ser alta o demasiado robusta, piensa él. Podría acaso estar viviendo en París y haberse casado con un perro. No sé. Tal vez presioné un poco más de lo debido. El bar en penumbras, el saco doblado en su brazo, así como viene el amor se va, y él, tras dejar unas monedas aplastadas en la mesa, sube como siempre a la bicicleta muda, absurda y desnuda. Como ese miedo de las manos al tocarse. Como si por fin deseara que nada (nada) hubiera sucedido.
L.

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