Vuelvo a la menuda figura de Lara en el bosque. La veo soltándose el pelo en un monte cubierto de hojas. Sus piernas tan blancas. Hay troncos recién talados al pie del santuario. Y la callada amenaza de un sol en el abismo. Ella alcanza una rama y la libera de espinas. Un vendaval de flores la protege del mundo. La marcha se desvía. Tal vez haya una cima, un sendero de tablas partidas por los carros, el largo aullido de un lobo. No voy a llorar por un amor acabado, dice Lara en la partida. Y se aleja de todas las orillas.
L.
L.
No voy a llorar por un amor terminado... ¿Por qué cosa debe llorarse entonces?
ResponderEliminarG.