lunes, 24 de agosto de 2009

Los días


Los días se parecen porque no los observamos con atención. Maldecimos el lunes porque inicia oscuramente la semana. Bendecimos el domingo –día de suicidios- porque hay fútbol y asado familiar. Rechazamos lo singular a cambio de ideas preconcebidas inspiradas en lo que opina todo el mundo. Pensamos y hasta sentimos convencionalmente. Nos cuesta entender que cada día es el último y que, bien mirado, cada instante es excepcional. Cambios imperceptibles ocurren por dentro y fuera de nosotros. Un recuerdo, una lancha inesperada, la pared donde el mendigo orinaba anoche, una risa al pasar. Los días no tienen nombre ni destino. Quizás hoy sea jueves. Quizás mañana empiece la revolución que tanto esperábamos. Pero no fuimos entrenados para saberlo.
L.

3 comentarios:

  1. Eso pasa porque nos creemos eternos. Un cotidiano baño de tumba -como decía Neruda- nos haría despertar y ver todo como si fuera por primera vez.
    Eleonora, desde Madrid.

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  2. Completamente de acuerdo.
    El velo de lo cotidiano y la pretendida normalidad nos ofrecen una falsa paz, la mediocridad de una existencia inauténtica.

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  3. Entiendo que nos imaginamos que no morimos nunca, una y otra vez. Cada queja neurótica arrasa con el fin.
    Las estrellas no tienen nombres y nosotros no tenemos futuro, lo imaginamos eternamente allí: mañana.

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