Las chicas de Flores tienen los ojos dulces como las almendras azucaradas de la Confitería del Molino. Y usan moños de seda que les liban las nalgas en un aleteo de mariposa. Las chicas de Flores se pasean tomadas de los brazos para transmitirse sus estremecimientos. Y si alguien las mira en las pupilas aprietan las piernas de miedo a que el sexo se les caiga en la vereda. Al atardecer todas ellas cuelgan sus pechos sin madurar del ramaje de hierro de los balcones, para que sus vestidos se empurpuren al sentirlas desnudas. De noche, a remolque de sus mamás —empavesadas como fragatas— van a pasearse por la plaza para que los hombres les eyaculen palabras al oído: sus pezones fosforescentes se encienden y se apagan como luciérnagas. Las chicas de Flores viven en la angustia de que las nalgas se les pudran como manzanas que se han dejado pasar. Y el deseo de los hombres las sofoca tanto, que a veces quisieran desembarazarse de él como de un corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse el cuerpo a pedacitos y arrojárselo a todos los que pasan por la vereda.
Oliverio Girondo
Qué bueno Girondo. Les recomiendo también el libro de él "Campo nuestro". Es otra onda. Me encanta eso de eyacular palabras al oído.
ResponderEliminarMika
Sin duda inquietante y verosímil. Sutíl pero concreto. Es una fotografía, casi.
ResponderEliminarMe gustó mucho. Gracias.
Lo que me gusta de Oliverio es su falta de solemnidad. No soporto la poesía aparatosa y "poética". Muy buena la foto además.
ResponderEliminarF.