¿Conocemos a nuestros amigos y amigas, a nuestras novias y novios, a nuestros padres y hermanos, a nuestros vecinos y compañeros de trabajo o estudio? Admitamos que en realidad no conocemos a nadie. No al menos en profundidad. Por suerte alguna gente se anima a cruzar el río. Descubren así que mirando un buen rato a una persona ésta puede volverse tan interesante como incomprensible. De ese modo hasta podemos enamorarnos de alguien que antes rechazábamos o ignorábamos. Con frecuencia vemos parejas que resultan raras, cuando no ridículas, para todo el mundo menos para los interesados. Eso se debe a que sus integrantes se han mirado lo suficiente. De cerca nadie es normal. De lejos todos somos geniales. Una gran revelación puede brotar solamente de una obstinada insistencia. La más segura y rápida manera de asombrarnos es clavar la mirada –imperturbables- siempre en aquel o aquella que por algo nos conmueve. Un día despertaremos de la cómoda ceguera. Un día, o una tarde, cruzaremos el río.
L.
Ay! Luis, es tan real como prosa poética.
ResponderEliminarLa mirada instala al Otro allí delante, pero quién puede decir que eso que vemos ES el Otro?.
Creo, como vos que mirarse lo suficiente es saberse real, al sí mismo y al semejante.
Intuyo que eso hace el amor.
Me parece muy interesante éste texto....
Yo lo estoy cruzando, y el resultado es grandioso.
ResponderEliminarEsto me va a servir para hacer una buena entrevista
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