Leo en un diario español que estamos a punto de quedarnos sin amor. Lo dice un filósofo que encima se asusta de sus palabras. Nos van a dejar sin amor (insiste) justo en el momento en que más lo necesitábamos. Desde esa visión atendible añade que las relaciones personales han devenido ocasión para la transacción y el dominio. Es como si el amor se hubiera convertido en un artefacto averiado. Algo raro. Algo que no anda bien. Los nuevos profetas de la autoayuda echan leña al fuego y recomiendan a sus fieles combatir la dependencia afectiva. ¿Acaso es posible un amor sin alguna forma de dependencia? Los enamorados sin alma quieren vínculos que no produzcan dolor, donde no haya ausencia sino pura felicidad. Un amor de plástico. Sin olor. Sin humedad. Sin discusiones.
Podemos quedarnos lo más bien sin esa clase de amor.
L.
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