jueves, 7 de abril de 2011

Da ocupado


La gente de por aquí está muy ocupada. Hombres y mujeres caminan apurados hacia algún lugar cuya importancia no pongo en duda. Los veo pasar a todas horas por la rejilla del techo. Hace varios meses que estoy encerrado en una oficina subterránea y oscura sin puertas ni ventanas. No voy a contar cómo vine a parar a este sitio porque es una historia larga y aburrida. Mi único puente con el mundo es una computadora, un teléfono y el hueco enrejado que da a la calle. Pero es un puente roto. Nadie responde a mis mensajes y el teléfono da ocupado. O se oye la voz grabada de una señorita diciendo que todos los operadores están, también ellos, ocupados. A veces grito para que alguien escuche y me rescate. Pero nada. La gente de arriba tiene serias preocupaciones. No pueden perder el tiempo conmigo. Todos llevan auriculares en las orejas, celulares en la mano y lentes para sol. Mi único entretenimiento es mirar a las mujeres con pollera desde abajo. Al fin de cuentas soy hombre y tengo mis necesidades. En ocasiones veo cosas excepcionales que por pudor no voy a contar. El espectáculo me alivia. Pasado el momento de excitación deslizo cartas escritas a mano que pasan fácilmente por la rejilla. En el sobre escribo siempre la palabra socorro. La escribo grande. Así. SOCORRO. Pero nadie las levanta. Esa rutina me cansa un poco. Hablo, grito, alzo los brazos, mando mensajes o hago llamadas telefónicas. Pero la gente de por aquí está definitivamente ocupada. Nadie quiere distraer ni un solo minuto de su existencia con un desconocido que ha caído para siempre en una oficina subterránea y oscura sin puertas ni ventanas.
L.

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