miércoles, 20 de julio de 2011

Cajita escondida


Cada amigo es dueño de una gaveta escondida de nuestro ser. Sólo él tiene la llave. Ido el amigo la gaveta queda siempre cerrada. Alejarse de los amigos es así clausurar una parte de nuestro ser. Yo habría sido diferente si hubiera continuado frecuentando a ciertos amigos de mi juventud. Pero las circunstancias nos separaron y continuamos viajando cada cual por su lado y por ello mismo mutilados. De allí que ha cierta edad sea difícil hacer nuevos amigos. Todas las facetas que ofrecía nuestra personalidad han sido ya copadas, ocupadas, selladas por las viejas alianzas. No hay superficie libre donde la nueva amistad pueda asirse. Salvo que el nuevo amigo se parezca extremadamente al anterior y se valga de esta semejanza para penetrar por refracción al recinto secreto de la primera amistad. Pero por más afecto que nazca siempre será el imitador, el falsario, el que no accederá jamás a la cámara preciada. Una cámara irrisoria, seguramente, que no guarda a lo mejor más que un montículo de pedregullo, por que los ojos del amigo, del primero, convertían en lo que él quería ver: lo irremplazable.
Julio Ramón Ribeyro / Prosas apátridas

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