miércoles, 27 de julio de 2011

Escena


Estábamos en un bar y el mozo demoraba. Ella preguntó qué extrañaba del pasado. Nada, le dije. No extraño nada. Por fin llegó el mozo y al rato se fue con el pedido anotado en un papel. ¿Y vos? ¿Qué extrañás de tu pasado? ¿Hay algo que te gustaría volver a vivir? Nada, respondió. Lo que viví tuvo significado cuando ocurrió. Si se repite no sería lo mismo. Entiendo, le dije. Se arruinaría todo. El mozo llegó y depositó platos y botellas en la mesa. Por la ventana vimos a un motociclista que pasó a gran velocidad y desapareció. No tengo ganas de vivir, le dije. Yo tampoco, dijo ella. Empezamos a comer en silencio mientras sonaban celulares en el lugar. Ella volvió a preguntarme qué extrañaba del pasado y yo le dije que extrañaba todo o casi todo. ¿Pero si antes me dijiste lo contrario?, recordó ella mientras acariciaba uno de mis dedos. Le dije que la conversación no tenía sentido. No lo tiene, confirmó ella. Al rato vino el mozo y un poco más tarde, en la calle, volvió a pasar un motociclista a toda velocidad. Uno o dos segundos después no volvimos a verlo.
L.

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