Nunca escapé de la lluvia. Me encanta mojarme sin importarme si voy a una entrevista, si voy a estudiar o si, sencillamente, estoy llegando a mi casa. No entiendo el escándalo que hacen las personas, sobre todo las mujeres, cuando tienen que mojarse. Es casi como un pánico al fluido. Para mí empaparme de lluvia es un pacto con el mundo. Es un pacto con ese lado primitivo que se pierde día a día entre muros, computadoras y luces alógenas. Lo digo porque en Bogotá no deja de llover y tengo ganas de salir y mojarme… Pero no puedo. En las oficinas de la vida no toleran los charcos.
Andrea
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