Dice el peruano Julio Ramón Ribeyro que lo primero que conocemos de una mujer es su mano. Cada dedo se va individualizando y después cada uña, cada arruga, cada imperceptible lunar. La mano será luego conocida por los labios. Y entonces se añade un sabor y una consistencia. ¿Y qué decir de los brazos, los hombros, los senos, los muslos, los genitales? Apollinaire solía hablar de las siete puertas del cuerpo de una mujer. Ribeyro dice que la cifra es en todo caso intrascendente. La mujer y el mar no tienen puertas ni ventanas.
L.
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