sábado, 23 de julio de 2011

El deseo


La gran paradoja del deseo es que su fuerza disminuye justo cuando es alcanzado. Parece una tontería pero es así. Quien lo probó lo sabe más que nadie. Uno llega a preguntarse incluso si valió la pena tanto esfuerzo para hacer posible lo imposible. Por mejor que sea la presa, una vez tomada y dominada se aleja y se deshace. En la relación amorosa el fenómeno es aún más visible, raro y asombroso. Cuando lo hasta ayer inalcanzable se vuelve cierto algo parece perderse en el camino. Deseo, obtención, decepción. Rima y todo. Antes de Freud ya lo había advertido Santa Teresa con astucia. Se derraman más lágrimas por las plegarias atendidas que por las no escuchadas.
L.   

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