Cuando se ama a una persona se aman también sus olores, sus fallos, sus torpezas, sus angustias, su soledad, su miedo a la muerte, sus pequeñas traiciones. El amor es promiscuo. Es, de algún modo, un baño con la puerta abierta. Sucio y bendito a la vez. Si es puro no es amor. Si es solamente suciedad tampoco. Cuando se ama a una persona se aman también sus fantasías eróticas con otro u otra. Amamos esas fantasías aunque duelan porque también son parte del conjunto. O porque el ser amado incluye la humana tentación de desviarse e incluso abandonarnos. Amamos y odiamos esa tentación. O morimos con ella. El amor, cuando es amor, resulta incierto y efímero. Es una flor rara, puta, loca, deslumbrante.
L.
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