sábado, 10 de septiembre de 2011

El mar no tiene orillas

Ningún desierto está desierto. Ninguna caminata. Se pierden tal vez los caminantes pero no la caminata o el camino. Se borran las huellas pero no los pies que se hundieron en la arena. Y es así que las piernas cuelgan del aire como frutas inmaduras y bajan verticales hacia el suelo que se esconde como hueco sin olor. Moverse en esa niebla era difícil cuando un poco a desgano y otro poco sin pensar nos largamos por el borde sin borde del océano. El mar no tiene orillas, dijo la mujer. El mar no tiene orillas, confirmé.
L.

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