domingo, 4 de septiembre de 2011

Felicidad obligatoria


Por una extraña razón estamos obligados a ser felices. Lo dicen los carteles callejeros, las propagandas de celulares, el dibujito :) y los anuncios de desodorantes. Por todas partes nos venden felicidad si compramos algo. Cuando aparecen noticias acerca del suicidio saltamos la página. Los datos sin embargo son elocuentes. Un millón de suicidas por año. Quince millones lo intentan sin conseguirlo. Pero no importa. Es cosa de ellos. Nosotros estamos obligados a ser positivos todo el tiempo. Ni llorar podemos. Ni angustiarnos un rato. Debemos meter la vida para siempre en la cajita feliz. Una tal Susana Freire dice en un libro algo terrible. No basta con desear ser la felicidad sino que -ordena- "hay que entrenarse para ello minuto a minuto". La autora propone algo que denomina "programa de entrenamiento mental". La exigencia de ser felices, sin embargo, llenó el mundo de desgraciados. Frente a la obligación deberíamos reivindicar la libertad de ser felices. No podemos reír como idiotas a toda hora. Imposible cumplir con semejante mandato. Me gusta demasiado la vida como para querer solamente ser feliz, dice Bruckner. Y tiene razón.
L.

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