miércoles, 7 de septiembre de 2011

Hay que ponerle ganas

Charla con una mujer en el colectivo. Lleva a su hijo al hospital. Ella tiene 37 y el chico tendrá dos o tres años. La mujer me dice que hay que ponerle ganas a la vida. No siempre se puede, le digo sin pensarlo demasiado. Le pregunto si lee. Me responde que le gustan los libros de autoayuda y psicología positiva. Hay que ponerle ganas, insiste sin que haga falta. Le pregunto por otros aspectos de su vida. Su marido la abandonó, el hijo siempre tiene fiebre, ella está deprimida, ahora va sola, cargando cochecito y niño, al hospital Fernández. El niño duerme y tiene casi cuarenta de fiebre. Hay que estar siempre bien, insiste como si estuviera drogada. No siempre se puede, le digo pensando, fundamentalmente, en ella misma. No entiendo el mecanismo. ¿Para qué se repiten y repiten frases estúpidas y vacías de contenido como si fueran verdades reveladas? Se lo quería preguntar a la mujer del colectivo pero no alcanzó el tiempo. Habíamos llegado al hospital... con toda la onda.
L.

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