Los que hablan mucho de literatura por lo general no escriben. Y si escriben lo hacen mal. Los que se jactan de hazañas sexuales inducen a la sospecha. Lo más probable es que sean impotentes en potencia. Los que se entusiasman demasiado con las nuevas tecnologías aplicadas al libro electrónico y al periodismo saben poco de ambas cosas. Menos palabras por favor. Prestar atención a los que callan. Esos deben ser buenos en todo lo que hacen.
L.
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