El amor está bueno cuando libera, estimula, impulsa, como las olas, hacia adelante o hacia el costado con agua y espuma. No está tan bueno, en cambio, cuando aplasta y desanima. O cuando se encierra en sí mismo. No está bueno cuando lo único que tiene para ofrecer es una especie de sociedad anónima que algunos llaman matrimonio. Y no resulta nada fácil desarmar ese andamiaje. Simone de Beauvoir decía que las cadenas más difíciles de romper son las elegidas.
L.
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