La enamorada del viento, la enamorada del mar, la enamorada del desierto, está, en realidad, enamorada de sí misma. Eso no es bueno para ella. No lo es de ninguna manera. Tal vez debería amar un poco menos, o, quizás, enamorarse de verdad y sin demasiadas ilusiones. Hacer pie es el último recurso. Y es, además, el mejor de todos.
L.
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