viernes, 15 de junio de 2012
Escritores fusilados
Los felices son cada vez más incultos. Tan desesperados están por divertirse a cualquier costo que no soportan ningún pensamiento o frase que se oponga a tan bello propósito. Cuando en mis talleres literarios doy a leer textos de gente como Juan Carlos Onetti, Franz Kafka o Felisberto Hernández, nombres tomados al azar, los participantes se enojan conmigo y con los autores. No se les entiende nada, me dicen. Esos tipos son un bajón, me dicen. No leo para aburrirme o amargarme los días, me dicen. Yo no sé qué responder. Onetti, imbatible estilista, es considerado poco menos que un enemigo. ¿Por qué? Porque se anima a desnudar sin pudores la cara de la desgracia. Porque habla de olores prohibidos, o de mujeres y hombres que se corrompen, de soñadores que dejan de soñar y pactan con la desidia o la muerte. Ni siquiera perciben, los felices, que en casi todos los cuentos del uruguayo los protagonistas parecen pedir piedad, absolución, un amor así sea pobre, chiquito y sin futuro. Seguiré insistiendo sin embargo. No dejaré que fusilen tan impunemente a divinos autores que pueden, sí, salvarnos la vida.
L.
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