El entusiasmo tiene buena prensa. Ponele ganas, repite el coro. Vamos todavía. Pero eso tan lindo no sale de la nada y mucho menos de la voluntad. Habitualmente se genera en un proceso iniciado en la falta de entusiasmo. Durante el día se arma un andamiaje de tareas que, en general, se encaran sin ganas. Pero es en ese desentusiasmo donde, por gracia de la acción pura, nace la pasión. El entusiasmo no es magia. Cuando no se tienen ganas de hacer algo, cuando uno se mueve casi por inercia, ocurre lo inesperado. Para decirlo de otro modo. El movimiento genera movimiento y, finalmente, ganas.
L.
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