No basta querer volar para alcanzar altura. En el medio hay un proceso difícil que debe ser encarado con disciplina y actitud. El primer paso se remonta a la evolución primaria. La mayoría de los reptiles se resistían a convertirse en pájaros. Muy pocos entre ellos tenían esa aspiración. De vez en cuando alguno observaba con extrañeza que le crecían plumas, pico, alas, patas finas y delicadas. Notaban que ruidos no totalmente odiosos salían de sus gargantas y que podían, si lo deseaban, dejar el pasado atrás y echarse a volar como aviones o gaviotas. Millones de años después surgieron nuevos problemas. Basta pensar en el albatros entorpecido por el peso de sus propias alas. Muy pronto los aspirantes al vuelo descubrieron que el principal obstáculo estaba en ellos mismos. Entendieron por fin que debían olvidarse del plan inicial, actuar sin intención, aprender a convivir con viento, nubes y relámpagos. Fue así que aparecieron los pájaros para envidia de los reptiles, los humanos y las piedras.
L.
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